Pritzker: la anestesia burguesa de la arquitectura.

23.08.2025

Desde sus inicios (1979) nació con una impronta "nobeliana": legitimar a la arquitectura como disciplina cultural y no solo técnica. Durante las décadas de los 80 y 90, premiaba más bien figuras con un canon estético-técnico claro: la monumentalidad de Philip Johnson, el regionalismo espiritual y lumínico de Tadao Ando, el high-tech de Norman Foster, la modernidad abstracta de Niemeyer o la palpitante espacialidad  escultorica y globalista de Frank Ghery.

Pero a partir del cambio de siglo, y más fuerte en la última década, se percibe un giro ideológico en la premiación. La agenda se desplaza desde la indagación arquitectonica y espacial pura a un "compromiso social" .  Se privilegia una narrativa "woke" en el sentido de premiar arquitectos cuya obra encarne sensibilidad social y ambiental, aunque muchas veces la dimensión proyectual, técnica o formal no esté a la altura de la historicidad del premio. 

Frente a eso, la elección de Koolhaas (2000) y Hadid (2004) fueron,  inevitables concesiones y tragos amargos debido la potencia radical de sus aportes. 

Se los premió tarde y con cierto disgusto: Koolhaas ya había redefinido la teoría y la práctica desde Delirious New York y OMA; Hadid ya había forzado a la disciplina hacia lo fluido y lo paramétrico. Pero ambos representaban una vanguardia no moralizante, sino estético-conceptual, por lo tanto "peligrosa" frente a una institución que busca hoy legitimarse en la arena de lo políticamente correcto.

El Pritzker comparte esta hipocresía con el Premio Nobel de Literatura, que durante décadas retaceó el galardón al escritores que cambiaron para siempre la narrativa global, por el simple hecho de no encajar en las simpatías ideológicas del jurado , Jorge Luis Borges,Vladimir Nabokov Marcel Proust o el inmenso James Joyce. Sus liberalismos incómodos, sus comentarios políticos, fueron más pesados que sus genios literarios. Del mismo modo, el Pritzker evita premiar a los arquitectos que realmente reconfiguran el horizonte de la disciplina aquellos que incomodan la sensibilidad progresista de sus jurados. en favor de una agenda políticamente correcta que tranquiliza conciencias. 

Esto explica casos como Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal en 2021, con su mantra "nunca demoler", un eco de redistribución espacial que huele a reforma social pero evade el caos del mercado inmobiliario.

Francis Kéré (2022)  celebrado por Occidente como humanista ejemplar: arquitectura "para los pobres" que romantiza la precariedad y convierte la pobreza en el escenario del  "humanitarismo estético" desvinculado de las dinámicas predatorias del neocolonialismo.

En 2024, Riken Yamamoto y su "comunidad interconectada" de cartón-piedra......; Wang Shu (2012) revalorizando tradiciones chinas como gesto postsocialista.....; Shigeru Ban (2014) romantiza la crisis humanitaria como oportunidad de diseño solidario, o cinismo camuflado?.

Alejandro Aravena (2016) coqueteando con el romaticismo favelizante del tercer mundo..

Y ahora, Liu Jiakun (2025): el híbrido entre socialismo y mercado que más se parece a un ejercicio de equilibrismo ideológico que a una revolución disciplinar. 

La narrativa es clara: se eligen proyectos que proclaman igualdad, pero rara vez confrontan con el poder real de la gentrificación, la especulación financiera o el extractivismo urbano. 

Este sesgo no es inocente. El premio, financiado por la familia Pritzker —la del imperio Hyatt, emblema del turismo capitalista—, se proclama "inmune de ideología", pero en la práctica filtra ganadores que promueven narrativas colectivistas presentables, digeribles, cómodas para la elite politica europea.

Pero, ¿qué pasa con el arquitecto que no comulga con esa liturgia? Ciertamente los arquitectos orientados al parametricismo y defensores de una ciudad de mercado radical, encarnan una vanguardia genuinamente disruptiva. Sin embargo, sus posturas los convierten en "candidatos imposibles" para el Pritzker actual, porque su discursos chocan con el sesgo progresista de la fundación. los arquitectos cuyo parametricismo propone un urbanismo alineado a la realpolitik del capital. Para el Pritzker, simplemente no existen.

Arquitectos que no tendran Pritzker 

El problema es profundo: se premia la narrativa moral más que la invención disciplinar. Así como Borges o Proust fueron castigado por sus ideas políticas pese a haber transformado la literatura, arquitectos que han reinventado la forma y el pensamiento urbano resultan concesiones tardías o candidatos imposibles. El Pritzker se ha convertido en un espejo ideológico, más atento a la agenda woke-global que al pulso genuino de la disciplina.

se premia la narrativa moral más que la invención disciplinar.


                                                                                                                                     I.C.U  agosto 2025